7. Shanghai

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13 de junio: Shanghai, mezcla de lo antiguo y lo moderno.

Nos levantamos temprano y nos trasladamos en taxi hasta el aeropuerto de Wuhan. Unas dos horas de camino por unos 80 Yuanes. Desayunamos en el propio aeropuerto, dos cafés con leche y unas galletas, por 100...Es gracioso, pero los chinos no tienen medida para pedir. Muchas veces se da el caso de que te cobran muy poco por mucho, y otras, mucho por muy poco. Supongo que al paso que se están "occidentalizando", irán subiendo cada vez más los precios de lo que aún queda barato.
El aeropuerto de Wuhan, estupendo, igual que el avión, servicio y demás. El de Shanghai, espectacular. Supersencillo moverte por él. Después de recoger las mochilas, emprendimos camino siguiendo las claras indicaciones hacia el tren Maglev.
El tren Maglev, al igual que el servicio de metro de Shanghai, es una auténtica maravilla.  Nos llevó... ¡a 432 kms/h! hasta casi el centro de Shanghai, en dónde montamos en otro taxi, que después de hacernos entender con el taxista, un tío muy moderno que hablaba "Chininglish", nos condujo hasta el hotel que habíamos reservado la noche anterior por internet.
¡Vaya pedazo de acierto el Hotel! No solo estaba a cinco minutos a pié del Bund, para ser solo de tres estrellas, parecía uno de cinco. El de más categoría en el que nos alojamos en China.
Llegamos muy cansados, así que después de instalarnos, nos duchamos y nos dimos una siestita.
Desde que descansamos lo suficiente, nueva ducha y a deambular por las calles. Conseguimos el mismo clima que nos había estado persiguiendo por prácticamente todo nuestro recorrido hasta ahora. Un calor pegajoso, húmedo y afixiante. Con la típica bruma, entre calima y polución, que hacía que la visivilidad disminuyese drásticamente. Se puede apreciar el tono blanquecino que daba este fenónemo a las fotografías que tomamos. Este clima, hizo que retornásemos continuamente al hotel a ducharnos. Pero a los cinco minutos de estar en la calle, ya estabamos sudando y "empegostados".
A pesar de todo ello, es único estar aquí. Es increíble el efecto que le dan los chinos a esta ciudad, con su particular manera de mezclar todo, lo clásico y lo futurista. Es un ejemplo que resume el gusto de los chinos. En su manera de vestirse, por ejemplo también lo podemos apreciar. Las chicas visten, unas con trajes que parecen sacado de los años cincuenta y la amiga que va al lado, con un modelo estrámbotico, copiado de las pasarelas de alta costura.
Volviendo a la ciudad, inimitable, a un lado del río Huangpu, el Bund, con sus edificios coloniales de los años 30 enfrentados a los de la otra orilla, el Pudong, con los suyos, modernos y megafuturistas.
Este contrastre, es igual de impresionante tanto de día, como a la noche, cuando los iluminan al "estilo chino". Desde el lado del Bund, como si estuvieses en una espectacular ciudad estilo europeo, mirando a una cuidad que parece sacada del cómic donde habitaba el "Batman", Gotam City.
Esa misma tarde, cruzamos el río desde el lado del Bund al del Pudong, por uno de los túneles que hay preparados para ello. Pasamos por el famoso tunel futurístico, lleno de luces "estrambóticas", que no deja de ser una "chuminada" para sacarle perras al turista. Ya en el otro lado, subimos a la última planta de la torre Jimao, para disfrutar desde las alturas, la impresionante vista del rio Huangpu con el Bund de fondo. 
Regresamos al otro lado cuando ya había oscurecido y encendieron la iluminación de los edificios. La iluminación de los edificios aquí, no era la típica que habíamos visto anteriormente en las otras ciudades. Aquí estaban, futurísticamente planteadas en el lado del Pudong, y muy clásica en el lado del Bund. Por la noche, el contraste de ambas orillas, es especial. Lo único malo, es que era domingo, con lo que eso significa en China...multitud y aglomeración de gente.
Después de una imejorable impresión de la cuidad, nos volvimos un poco tarde a descansar al Hotel. Allí planeamos nuestra aventura del día siguiente, en la que intentaríamos llegar por nuestra cuenta a la cuidad de Suzhou.

14 de junio: Suzhou

Suzhou, para nosotros, una gran decepción. No así, la aventura que nos montamos para llegar hasta allí.Nos propusimos la noche anterior, ir hacia la que llaman la "Venecia china", pero no decidimos cómo, lo dejamos al azar. Nos levantamos a una hora razonable, nos desayunamos por el camino unos yogures líquidos y unas galletas chinas, imitación de las Oreo, compradas en un super. También compramos lo que creíamos unos bollitos dulces. Al morderlos, encontramos unos sabores a carne, salchichas y ketchup que no nos los esperábamos.
Nos metimos en un taxí y le pedimos que nos llevase a una de las estaciones de autobuses que habíamos leído, tenían servicios a Suzhou. El tío, como se imaginó donde íbamos, intentó negociar con nosotros un precio para ponerse a nuestra disposición todo el día, pero fue imposible entendernos del todo bien, por lo que decidimos ir en guagua...o en tren, porque al final, no nos llevó donde le dijimos, nos dejó en la estación del ferrocarril. Detrás de los trenes, siempre hay un terraplén donde opera alguna compañía de guaguas, y allí preguntamos si tenían trayecto para ir a Suzhou. Tenían. Compramos los billetes para ir en guagua express, con aire acondicionado. Después de hacer un rato de espera en otra estación tercermundista, con gente por todas partes durmiendo sobre sus bolsos y sacos, nos subimos sin mucha dificultad a nuestra guagua y en una horita y media, más o menos, llegamos a la Estación de guaguas de Suzhou. La primera impresión a la llegada, a vista desde la guagua, fue horrible. La estación no era sino un espacio fangoso, donde aparcaban las guaguas para descargar pasajeros y alrededor un enjambre de gente vendiendo en sus puestos móviles, intentando captar gente para sus motocarros, taxis piratas, etc...

Encima el clima, ese día no nos respetó, y comenzó con una fina lluvia, que no cesó en toda la jornada. Nos subimos a bordo del único taxi que nos intentó "chulear" en todo el viaje, pero lo "calamos" al vuelo y cuando llegamos al centro, que estaba dos calles más abajo de la estación. Después de advertirle que bajara la bandera y no lo hiciese, solo le dimos los 10 Yuanes de la bajada de bandera. La carita de fastidio del taxista fue un poema.
Un lunes de un mal día lluvioso, en el que en las calles principales para el turismo, se movía un montón de gente vendiendo comida, cacharros, souvenirs de todo tipo, para una marea de turistas chinos que "lo flipaban" por todo. A nosotros, nos pareció un sitio sucio y mal cuidado. En el centro, vimos unos cuantos canales (después descubriríamos que los bonitos estaban a las afueras), pero nada que ver con los del Palacio de Verano en Pekín, que se suponían que los imitaban. Supongo que imitaban a los de hacía muchísimos años.
Rápidamente, resignados a empaparnos con la dichosa lluvia, divisamos el Jardín del Administrador Humilde, uno de los sitios de parada obligatoria, y entramos.
El jardín estaba bien, muy bonito, con paseos, descansos, senderos y estanques con plantas y peces. Con un apartado precioso para bonsáis y arbustos chinos. Pero entre la lluvia, la insoportable humedad calurosa y pegajosa, unida a la cantidad exagerada de turistas chinos, que no paraban de rozarse, por falta de espacio con nosotros, hizo el paseo bastante soporífero y agobiante.
Después de unas horas paseando por el Jardín del Administrador (que seguro que no era tan humilde), salimos a descubrir el resto de la ciudad, pero el tiempo se puso peor. Paseamos un largo trecho, hasta las calles del centro de la cuidad y después de pasearlas con sensaciones agridulces. Localizamos un restaurante chino que no tenía mala pinta y subimos a comer, para descansar y esperar a que el clima mejorara.
Comimos bien, pero la lluvia y el mal tiempo no pararon. O sea que después de caminar otro buen rato bajo la intermitente pero poco refrescante lluvia, intentamos ver alguno de los famosos canales. Sólo nos encontramos, con la realidad de las ciudades chinas. Puestos y más puestos de vendedores de todo tipo de mercancías y comidas. Vimos otro canal, sucio, en mal estado y lo que vimos navegar por él, fue una embarcación tipo góndola, llena de mercancías y dos chinos abordo, que al divisar a Mari, empezaron a saludarnos con la mano y a sonreír.
Decepcionados, nos volvimos antes de que saliera la última guagua hacia Shanghai a la cutre estación de guaguas, donde vivimos otro de los absurdos episodios comunistas, en cuanto a sus controles de rayos X, pedidas de pasaportes y demás "memeces" para subirte a una guagua. La nuestra tenía un apartado, para esperar, con el único espacio con sillas custodiadas por los agentes de seguridad. El resto de pasajeros, se sentaban en el suelo, sobre periódicos para no "engorrinarse" con toda la porquería que había en el suelo.

La anécdota del día: El ticket de regreso, nos costó mucho más barato que el de ida, no lo entendimos. Al subirnos al taxí con dirección al hotel, observamos que tardábamos demasiado y el conductor daba vueltas por sitios desconocidos para nosotros. Cuando el  taxímetro ya marcaba el doble que lo que nos había costado por la mañana, (puede que culpa del taxista de Suzhou, que me hizo desconfiar), me mosqueo con el tío y le pregunto que por qué tanta vuelta si esta mañana pagamos ni la mitad por llegar a la estación. El hombre, ofendido el pobre, coge nuestro mapa y nos señala a la vez que nos explica en su idioma, que llegamos a Shanghai a otra estación mucho más lejana, que a la que yo creía y le estaba señalando. Él se lo tomó de muy buen humor, con risotadas, pero nosotros, un poco avergonzados por haber desconfiado, al llegar al hotel, le dimos una buena propina junto con nuestras disculpas. Aceptó al mismo tiempo que se desternillaba y nos decía: ¡¡¡No problem, no problem!!! ¡¡¡Chánkiu, Chánkiu!!!    

15 de junio: Shanghai a fondo.

Este día, que en principio lo teníamos en nuestro plan de ruta para ir a visitar Hagnzhou y su famoso lago del Oeste, lo cambiamos para pasear a fondo la ciudad de Shanghai. El clima estaba muy cambiante y decidimos no arriesgar a pasar otro día como el de ayer, en el que acabamos empapados y pegajosos, mezcla de sudor, de la lluvia y del polvo que tragamos en nuestra "aventurilla" por Suzhou.
Así que salimos desde por la mañana, pasando por el Bund que tanto nos gustó, dirección al centro, en busca del bazar y del jardín Yu.
A media mañana, el día se puso terriblemente caluroso y húmedo. Unido a que al llegar a las calles del Bazar, que estaban abarrotadas de gente, revolviendo y regateando en los puestitos, otros comprando comida en los carritos y comiéndola en cualquier esquina, unos comerciantes portando bultos de todos los tamaños, otros llamándonos al grito de ¡¡¡ALÓ ALÓ!!! para que entrásemos a comprar, hizo que se nos "fundiesen los plomos" antes de tiempo. 
A pesar de eso, entramos al jardín, que estaba casi igual de gente que los callejones del bazar circundantes. Estaba a la altura de su reputación, pero ciertamente, después de haber visto ya tantos jardines, ya te parecen todos muy parecidos aunque todos tengan algo particular en sus encantos.

Después de unas pocas horas de paseo, el clima nos castigó tan duramente, que no nos quedó otra que salirnos y volvernos al hotel a ducharnos y descansar un poco "al aire acondicionado" de la habitación. Siesta y otra ducha para salir nuevamente a la tarde.Cada vez que salíamos del hotel y paseábamos por las calles cercanas, alguna persona, nos asaltaba y enseñándonos tarjetas de productos "copia" de grandes marcas. Esa tarde decidimos entrar en alguno de esos "negocios",  dónde ciertamente, la calidad de los productos era impecable. Compramos alguna cosita.Según anochecía, nos dirigimos a la calle Nanjing, la principal calle de Shopping de Shanghai.
La calle, simplemente espectacular. Sus superedificios, la iluminación, los centros comerciales, el "barullo" de gente, ¡una pasada!Según pasaban las horas, más agusto estábamos en esa calle, daba un "subidón". Entramos a unos cuantos sitios mas de "imitaciones" y cenamos en una casa de comida de lo más curiosa, en la que tú elegías los ingredientes que tenían en sus vitrinas, se los pasabas a un tío que te cobraba según lo que cogieses, y otro te los guisaba en una cocina de agua...estaba realmente bueno, pero cometí la estupidez de ponerle una "puntita de cuchara" de un picante que los chinos se echaban a cucharones en sus "sopas", para nosotros fue puro fuego, que nos anestesió la boca y nos hizo sudar y moquear que no veas...
De regreso, pasamos una vez más por la bahía. Por ver una vez más ese espectacular paisaje de edificios futuristas y clásicos, enfrentados, y grabarlo bien en nuestra memoria. Lo vimos mejor que el domingo, pues entre semana casi no había gente. A las 23:30 empezaron a apagar las luces y nos retiramos a descansar.
Llegando al hotel, cambió el tiempo y comenzó llover. Así que no arriesgamos más. Habiendo visto a fondo Shanghai, decidimos "conectarnos" a internet y buscar unos billetes de avión para dar el siguiente paso en nuestro viaje, Guilin. Nos resultó sencillísimo conseguirlos, un poco caros, pero hay que tener en cuenta que la distancia era la más larga que hicimos en avión en territorio chino, unas dos horas y media.

Vistas del Pudong desde el Bund:

En la siguiente página, continuamos nuestro periplo chino, en la ciudad de Guilin.